Somos agua, somos regadío: presente y futuro de la agricultura
España cuenta con un regadío modernizado que se encuentra entre los primeros a nivel mundial. Un ejemplo pionero, un caso de éxito y uno de los más competitivos y reconocidos en el ámbito internacional. Y las cifras así lo avalan. El regadío suma más de 3,8 millones de hectáreas, lo que supone el 22,6% de la superficie total cultivada y casi un 80% modernizado.

En estos tiempos en los que la “España vaciada” vuelve a estar en el centro del debate es fundamental subrayar que el regadío es esencial para vertebrar el territorio y fijar población al medio rural. Y los beneficios medioambientales son fundamentales: previene la erosión del suelo, consume CO2 y contribuye a la preservación de la biodiversidad.

Todo ello en un contexto global que abre numerosas incertidumbres, ya que la respuesta a la necesidad creciente de alimentos es la que marca el horizonte de la agenda mundial y también de la española. La alimentación humana pasa por el regadío y el objetivo de alimentar al Planeta sólo será posible con una agricultura sostenible basada en el regadío de precisión.

Por todo ello, las administraciones deben seguir trabajando junto con los regantes en la modernización del regadío para adaptarlo a sistemas que obtengan el máximo rendimiento de cada gota de agua. Y este es el camino por el que seguimos avanzando.

Todas las políticas tanto europeas como nacionales nos abocan a ello. Es el momento de aprovechar los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), de la futura PAC y los que otorgan otras administraciones públicas. Y todos ellos llevan o llevarán implícitas que el beneficio de la modernización supone también nuevas exigencias.

Hoy en día resulta fundamental que todos los actores, tanto públicos como privados, que intervienen en la gestión, la investigación o la innovación en el uso del agua se involucren en el proceso de modernización al que nos enfrentamos y en la concienciación pública de todos los aspectos positivos que el regadío tiene para nuestra sociedad.

Debemos ser también conscientes de la importancia de que los ciudadanos comprendan que la agricultura de regadío favorece el desarrollo socioeconómico del medio rural, proporciona alimentos sanos, seguros y de calidad, moldea y enriquece el paisaje y proporciona servicios a la sociedad como el necesario mantenimiento de la vida en el medio rural.

Transición digital

La Transición Digital es una oportunidad de recuperación de activos que nunca deberíamos de haber perdido, como por ejemplo los sistemas de asesoramiento agrícola, esta vez ampliados con competencias digitales.

El riego, y de forma más amplia el fertirriego, es una operación crítica dentro de la producción agrícola en España. Y la digitalización integral de la fertirrigación es clave para la modernización de las explotaciones de regadío. Todo ello integrado en el contexto del conjunto de operaciones de cultivo, que deben experimentar un rápido proceso de digitalización, estando integradas todas las operaciones de precosecha de forma digital, a nivel de datos. El objetivo es lograr altos niveles de automatización y control de las operaciones, cercano al tiempo real, facilitando la toma de mejores decisiones.

La digitalización integral de la cadena agroalimentaria, desde la producción en campo y hasta el consumidor final, permite intercambiar un flujo de datos creciente hasta el consumo. Todo ello aumenta la transparencia, seguridad alimentaria y permite poner en valor frente al consumidor y la sociedad en su conjunto, los esfuerzos de mejora de eficiencia, social y medioambiental, del regadío agrícola, mejorando la imagen del sector.

Pero, además, hay que apoyar el uso de fuentes no convencionales de agua (desalación y depuración) para aumentar la garantía de suministro de muchos regadíos con precarias dotaciones de fuentes convencionales.

Otra premisa importante pasa por apostar por el uso de energías renovables aprovechando las sinergias en el nexo agua­-energía. Para ello, deben analizarse y ponerse en prácticas todas aquellas inversiones que permitan abaratar la factura eléctrica de los regantes y las CC.RR. y/o disminuir las emisiones de CO2 asociadas al uso del agua de riego.

Para ello, las posibilidades que parecen más prometedoras son las instalaciones de plantas fotovoltaicas y eólicas, así como el aprovechamiento hidroeléctrico de los canales existentes de las zonas de riego.

Mejorar la eficiencia energética de los sistemas de riego también con el doble propósito de abaratar los costes de riego y contribuir a mitigar el cambio climático (disminución de emisiones CO2).

Por último, consideramos clave apostar por unas estrategias de supervivencias que deben centrarse en:

  • Concienciar al conjunto del sector sobre la necesidad de realizar una agricultura sostenible, que minimice los impactos ambientales negativos, tanto por imperativo legal como moral. En este sentido, las CC.RR. y sus federaciones deberían convertirse en garantes del buen uso del agua y la sostenibilidad de regadío, denunciando aquellos comportamientos individuales que vayan en detrimento de la reputación ambiental del sector.
  • Mejorar la comunicación con la sociedad, al objeto de informar adecuadamente de los múltiples beneficios que el regadío reporta al conjunto de la ciudadanía y de los esfuerzos del sector por mejorar su sostenibilidad ambiental.
  • Extender la representatividad de FENACORE y resto de federaciones de CC.RR. en relación con la gestión del agua a otros ámbitos políticos y sociales donde se requiera la defensa de los intereses del sector del regadío. Esta actividad sería especialmente bienvenida en el ámbito de la política agraria, donde la agricultura de regadío (64% de la producción vegetal) carece de un interlocutor propio y unitario.

 

Andrés del Campo
Presidente de FENACORE
Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España